Una pareja de Edmond, Oklahoma, Estados Unidos, encontró un día al pequeño Mercury con tan solo cuatro días de vida y sus ojos aún cerrados pero con sus patitas delanteras extrañamente mutiladas. La pareja creía que había sido atropellado por una desbrozadora debido a las heridas que tenía en su cuerpo y decidió cuidarlo mientras se recuperaba. El minino se mostraba tranquilo y contento y sólo lloraba cuando tenía hambre o quería mimos. Mercury creció y aprendió moverse por sí mismo.

Su pata derecha delantera sólo llega a un poco antes del codo y la izquierda un poco más allá del codo pero justo antes de la pezuña. Su pata izquierda trasera sólo tiene una garra, lo que hace que, a veces pierda el equilibrio.
Según sus dueños, que al final decidieron quedárselo, Mercury aprendió a utilizar sus patas traseras para impulsarse y poco a poco fue manejandose cada vez mejor en todo tuipo de superficies, subir escaleras, saltar al sofá... y hacer todas las cosas que hacen el resto de gatos: jugar con juguetes, con otros gatos y perros, dormir en la cama, usar su caja de arena... Mercury cree que es el rey del mundo.


Mercury es protagonista de una conmovedora historia de superación de obstáculos que le puso la vida. El año pasado, este pequeño gatito perdió sus patas delanteras por una podadora que las cortó; una de ellas fue amputada completamente y la otra solo está hasta la mitad; además, la pata izquierda sólo tiene un dedo.

Los actuales dueños de Mercury encontraron al pequeño minino cuatro días después del accidente e hicieron todo para el gato pudiera mejorarse y tener una vida normal, destaca Telefenoticias.com.ar. El minino se mostraba tranquilo y contento y sólo lloraba cuando tenía hambre o quería mimos. Mercury creció y aprendió moverse por sí mismo. Después de varias visitas veterinarias, se determinó que el gato no era candidato para prótesis, por lo que debería vivir así hasta que dejara de crecer y fuera considerado para una silla de ruedas delantera.

Sin embargo el ánimo de sus propietarios no decayó y han intentado que el minino tenga la vida más normal y feliz posible. Según sus dueños, que al final decidieron quedárselo, Mercury aprendió a utilizar sus patas traseras para impulsarse y poco a poco fue manejandose cada vez mejor en todo tuipo de superficies, subir escaleras, saltar al sofá... y hacer todas las cosas que hacen el resto de gatos: jugar con juguetes, con otros gatos y perros, dormir en la cama, usar su caja de arena... Mercury cree que es el rey del mundo.

Por lo menos, Mercury no se siente distinto al resto.